¡Mmmm! ¡Bizcochos de merienda! ¡Qué rico! Después de jugar por horas con sus amigos en la vereda, aprovechando que estaban de vacaciones, Felipe volvió a su casa. Su madre lo había llamado para que fuera a tomar la leche, aún tenía ganas de seguir jugando, pero entró porque tanta agitación le había dado apetito. Antes de llegar a la cocina, sintió el aroma de los bizcochos calentitos. Apenas entró, encima de la mesada, vio una bolsa de papel con el logo de Pueblo Trigo. “¡Bizcochos de merienda! ¡Qué rico! ¡Ma! ¡Te pasaste!” exclamó.
Belinda, su hermana menor, también estaba ahí, tratando de alcanzar la bolsa de bizcochos. ¡Suerte que es chiquita y todavía no llega a la bolsa! Pensó Felipe para sí. Pero luego, cuando mamá les sirvió la leche, Belinda y él se disputaban los bizcochos. “Quiero uno de los que tienen dulce” dijo Belinda muy decididamente, mientras Felipe buscaba cuales eran los más grandes.
Finalmente, la mamá los convenció de que no había necesidad de disputarse las facturas. “Alcanza para ambos, además hay dulces y salados, son para ustedes; yo voy a comer un par de galletas de gluten, para seguir con mi dieta. Traje todo de “Pueblo Trigo” como siempre.”
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